La obsesión latinoamericana con el pasado y las doce claves del futuro (1)
Por: MARCELA MESA GUERRERO*
Usted se ha preguntado: ¿Qué tan competitivas son Colombia y Latinoamérica en materia de educación a nivel internacional? ¿Estamos transitando en el camino correcto? ¿Qué tan bien preparados estamos para enfrentar la competencia internacional? Con la pregunta en mente acerca de por qué los países latinoamericanos que presentan las pruebas internacionales de calidad de la Educación Media, denominadas PISA, ocupan los últimos lugares en el ranking mundial, mientras que otros países como China y Finlandia, puntean estas listas, el periodista argentino Andrés Oppenheimer relata en este interesante libro su viaje desde Finlandia hasta Colombia y Venezuela, pasando por la India, China, Singapur, Israel, Chile, Brasil, Argentina, Uruguay, Perú y México, explorando las condiciones y motivos que podrían explicar estos resultados. La relevancia de estas reflexiones radica en que la calidad de la educación incidirá notablemente sobre la competitividad de un país. Esta depende directamente de qué tan competente sea su Talento Humano, y éste adquiere sus bases en las escuelas, colegios y universidades. La Globalización, quiérase o no, estemos de acuerdo o no con ella, es un hecho imperante, que implica que nuestros niños y adolescentes de hoy serán el Talento Global del mañana, lo cual significa que si bien se educan en Colombia, el día de mañana pueden estar trabajando en cualquier parte del mundo. Esto exige una adaptación a una formación de talla mundial, pero ¿qué tan lejos estamos de ella? El autor fundamenta sus análisis en entrevistas con altos mandatarios, ministros de educación, rectores de universidades, dirigentes políticos y sindicales y empresarios notables de diferentes países. Incluye muchas anécdotas, entrevistas y numerosas estadísticas interesantes, desde las cuales va analizando qué modelos funcionan y cuáles no, qué efectos colaterales se producen y qué condiciona los altos o bajos resultados. El denominador común de sus análisis es la calidad de la enseñanza y el factor crítico de éxito es la formación y el compromiso de los educadores, así como las condiciones sociales y salariales de los mismos. Cabe anotar que las diferencias también se producen por los factores culturales, históricos y políticos prevalentes en cada nación. En los países líderes en educación los maestros son altamente valorados y fomentados por la nación y los requisitos de ingreso son especialmente exigentes: en Finlandia, por ejemplo, solo los bachilleres que se ubiquen dentro del 30% superior en la Educación Secundaria pueden acceder a una formación como maestros, lo cual en nuestro medio implicaría, que solo los ubicados en los primeros 300 puestos del examen de estado del ICFES tendrían esa opción. Pero allí no termina todo: existe un compromiso permanente de actualización constante, lo cual lleva a que un profesor de primer grado fácilmente posea dos o tres posgrados. Otro factor crítico, eje central del libro, que da lugar al título, es la fascinación de los dirigentes políticos latinoamericanos con el pasado, ilustrada en la inmensa inversión en celebraciones, como por ejemplo la del bicentenario, y sobre todo, la tendencia a culpabilizar a terceros de su estado de atraso. Contrasta con culturas milenarias como la china, que a pesar de su polémico pasado, está actualmente concentrada en el futuro y el progreso. La intensidad de la jornada escolar, la orientación hacia las experiencias internacionales, el énfasis en el bilingüismo y el dominio de las nuevas tecnologías, se encuentran entre los demás factores críticos, muy acordes por cierto con las que han sido denominadas “competencias básicas de empleabilidad”, sin dejar de lado los porcentajes en la inversión pública y privada en educación. En sus conclusiones el autor es muy explícito al recomendar la inversión que se debería realizar, sobre todo en la primera infancia, ya que allí, de acuerdo con la investigación científica, el desarrollo del cerebro es especialmente acelerado. De hecho propone la creación de un PIB Educativo, que permita relacionar la inversión en educación, con los resultados obtenidos, medidos a través de indicadores muy precisos como el número de patentes y la cantidad de producción científica, aspectos críticos del avance en competitividad de una nación y de las instituciones educativas. Si bien Colombia va progresando en este aspecto, aún nos falta mucho por lograr y la tarea es larga. El autor reporta 68 solicitudes de patentes colombianas que se presentan anualmente, cifra que se triplicó entre los años 2005 y 2009. La inversión en investigación sigue creciendo: según datos recientes del Ministerio de Educación la inversión en Colombia en Ciencia, Tecnología e investigación pasó de 395.000 millones en 2002 a 1.1billones en 2009. A partir de 2012 y hasta 2020 se adiciona el aporte de las regalías, cuyo monto estimado por Colciencias asciende a 9.841 billones de pesos. Como Orientadora Profesional y Consultora en Talento Humano, lo más alentador en esta lectura ha sido el saber que este contenido está presente en las actuales reflexiones del Ministerio de Educación, lo cual me da esperanzas de que estemos dando algunos pasos en la dirección correcta.
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